jueves, 25 de marzo de 2010

Oidicius

Las gotas de sangre ascendian como babosas por el empapelado floreado. Nacían en hileras reptantes desde el sócalo de madera en el que se escondían, para unirse a la gran mancha carmesí de la pared...que cobraba una consistencia mas y mas líquida.
El aire viciado de un olor ácido y oxidado se depuraba poco a poco, las moscas disminuyeron en número y los gusanos del orificio en mi cabeza se encogieron hasta desaparecer en huevos. Mi cuerpo inerte fue cobrando color.
Levanté instintivamente mi brazo derecho con el arma en mano, apunté a l orificio de mi cabeza y apreté el gatillo.
La bala salío proyectada hacia mi cabeza desde la pared, arrastrando consigo la mancha. Los trozos de mi cráneo volvieron a su lugar y el proyectil me atravesó cerrando su paso hasta terminar en la recámara del revolver.
Aparté el arma de mi sien y la solté como si estuviera ardiendo. Abri los ojos nuevamente y sequé mis lágrimas. La carta que yacía en mis pies careció de sentido. Fue lo unico que no recobró sentido para mi.

1 comentario:

  1. Esa.. Estamos a full!
    Lindos escritos!
    Que no se apague la inspiración, la expresión, la imaginación!
    Beso!

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